Evaluar competencias es un proceso que ofrece información valiosa acerca del desempeño de los estudiantes.
Se produce en torno a la identificación de acciones que den idea de cómo se aproxima un alumno a una destreza o habilidad.
En este sentido, sabiendo que cuando evaluamos buscamos identificar áreas de oportunidad que podamos canalizar y contribuir a mejorar, es vital que tengamos en cuenta algunos elementos clave.
1.- Determina qué es lo que pretendes evaluar.
Estamos acostumbrados a elaborar formas de evaluación en las que los estudiantes muestren cuánta información han acumulado en sus memorias (generalmente a corto plazo).
De allí que, uno de los principales elementos a tomar en cuenta para llevar a cabo la evaluación de las competencias es tener claro que los contenidos representan un vehículo para alcanzarlas, no son el fin.
Ello porque los contenidos los tenemos al alcance de un click en cualquier dispositivo electrónico. La cuestión está en que logremos saber qué es lo que están haciendo los alumnos con esa información, si es útil para su desarrollo futuro.
Entonces, es de gran ayuda, tener claridad de cuales son las competencias que queremos evaluar. Para ello, conviene hacer una lista de ellas cuando iniciamos nuestro proceso de planificación del año escolar.
Éstas pueden experimentar ajustes, lo cual es normal por ser éste un proceso dinámico, pero nos da un punto de referencia para ejecutar el trabajo.
Una vez que se tiene claridad sobre las competencias, entonces podemos derivar las unidades. A saber, las unidades de competencia conceptuales, las procedimentales y las actitudinales.
Esto nos da luces acerca de que la evaluación va mucho más allá de los contenidos. Abarca también el saber hacer (procedimientos) y el ser del estudiante (su actitud ante el proceso).
Es así como, al momento de evaluar, es importante colocar el foco hacia estas tres dimensiones de la competencia, con el fin de tener una idea completa de cómo va el proceso del alumno para alcanzarla.
2.- Diseña la estrategia de evaluación para el ser, saber o saber hacer.
El enfoque por competencias en la educación pretende generar mecanismos que permitan que el estudiante esté preparado para enfrentar situaciones diversas en su cotidianidad.
Por ello, las estrategias de evaluación pretenden recoger información acerca del ser humano que es, cómo se muestra ante el proceso de aprendizaje (ser).
Definitivamente este elemento tiene un peso específico en el desempeño.
Da cuenta de las razones por las cuales algunas veces un estudiante no rinde como esperaríamos que lo haga y nos abre la puerta para profundizar y establecer equipos multidisciplinarios de acompañamiento.
Por otra parte, las tradicionales pruebas escritas u orales son útiles para mostrar cuánto sabe un estudiante (saber).
Son una opción y para utilizarlas la recomendación es salir de la comprobación memorística y orientarlas hacia la transferencia y la aplicación.
Es importante colocar a los estudiantes en situaciones reales o hipotéticas que evidencien cómo utiliza la información. Esto resulta de mucho provecho para ellos (saber hacer).
Podemos lograrlo con instrumentos de evaluación que contengan ítems que exploren esta capacidad de llevar el uso de la información a los niveles cognitivos más altos como la aplicación, la evaluación y la creación.
Asimismo, resulta muy productivo llevar un registro anecdótico de la actuación de cada alumno durante las actividades que asignemos.
En este sentido, es muy importante afinar la observación, delimitando bien cuáles son los aspectos que requieren atención.
3.- Establece la lista de indicadores que derivan de la unidad de competencia que estás evaluando.
Las competencias son declaraciones amplias, que pueden ser abordadas desde diferentes ámbitos. Es la razón por la cual pueden trabajarse en conjunto por la diversidad de asignaturas presentes en las escuelas.
Una manera de ir aterrizando las competencias es elaborar las unidades, repartidas en lo conceptual (saber), lo procedimental (saber hacer) y lo actitudinal (ser).
Una vez que las tenemos establecidas, estamos listos para redactar lo que nos permitirá identificar, de manera tangible, los elementos que nos permitan construir un juicio objetivo: los indicadores de logro.
Los indicadores de logro, también llamados criterios de desempeño, son medibles, y podemos emplearlos para tener un registro completo de cuánto ha logrado el estudiante en las diferentes dimensiones.
Podemos listarlos, por ejemplo, en listas de cotejo, escalas de estimación o rúbricas. Así tendremos, en un solo formato, un registro claro de la actuación de nuestros muchachos.
4.- Diseña una forma de evaluación coherente con la estrategia de trabajo en aula.
Las formas de evaluación que seleccionemos, están vinculadas con las estrategias de trabajo en las aulas, presenciales o virtuales.
Solemos trabajar de una manera con nuestros alumnos y luego aplicar formas de evaluación que no guardan relación. De allí el comentario tan común de que algunos docentes evalúan lo que no dan.
En el caso de la evaluación de un contenido, no se trata de que no esté dado, sino de que la manera como lo damos a veces está divorciada de la manera como lo comprobamos.
Es así, entonces, como al momento de diseñar la forma de evaluación, usemos los indicadores de logro como eje del instrumento. Así estaremos obteniendo una información más fidedigna.
La cuestión es que si, por ejemplo, queremos evaluar una competencia relacionada con el trabajo en equipo, la estrategia de trabajo en el aula se basa en asignar actividades para el trabajo en grupos.
Para la realización de la actividad, el equipo toma como referencia un contenido determinado y se enfoca en que, entre todos, logren llegar al producto solicitado por el docente.
El esfuerzo del estudiante está en el producto solicitado, por ejemplo, la elaboración de una maqueta que explique las fases de la fotosíntesis.
Se enfocará en formas, colores, tamaños, disposición espacial, acuerdos con los compañeros, etc. Sin embargo, mientras todo eso pasa, se está familizarizando con el contenido pues, de otro modo, no podría construir la maqueta.
El corto circuito se genera cuando rompemos la estructura mental que estamos promoviendo en el alumno y le planteamos que se enfrente a otra.
Por ejemplo, ir de la construcción de una maqueta en conjunto con otros compañeros a la resolución de una serie de ítems memorísticos en una prueba escrita.
Analicemos qué es lo que pretendemos con cada actividad y veremos que muchas veces tienen objetivos diferentes.
5.- Dedícate a recoger evidencias.
Las evidencias nos permitirán determinar cómo está siendo el camino del estudiante para alcanzar las competencias que nos hemos propuesto para ellos.
Lo ideal es solicitar productos tangibles como resultado de las actividades que encomendamos a los alumnos. Son muy variadas las opciones. Desde un dibujo, a un ensayo, pasando por una maqueta o un video.
Todo aquello que muestre cómo está trabajando el estudiante, cuánto es capaz de alcanzar en pro de una competencia determinada, será de gran valor.
Agrupar las evidencias en portafolios, ofrece al docente un repositorio de información muy amplio para evaluar la experiencia de aprendizaje de cada uno de sus alumnos en un periodo de tiempo determinado.
¿Nos comentas sobre alguna experiencia de evaluación por competencias?
Será un placer leerte.
Emilia 🍎🍎🍎
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