
Vivimos en un mundo regido, en muchos ámbitos, por la referencia establecida a partir de un récord, de un ranking, de números, de una calificación.
Por años la educación se ha basado en una calificación para poner en marcha muchos de sus procesos y, ésta se ha constituido en el punto de llegada para muchos de ellos.
Es así como, hacer una aseveración de este tipo, tal vez no sea del todo viable en este momento pero sí, marca un hito de la ruta hacia donde se está moviendo el mundo educativo.
El valor agregado que evidenciamos ahora es que la calificación no es el fin, es sólo una referencia.
La calificación no es lo mismo que la evaluación y que esta última, bien llevada, puede acercarnos más al desempeño del estudiante.
La ruta a seguir parte de la premisa de que tanto el docente como el estudiante basen su interacción y todos los procesos involucrados, en el valor del aprendizaje por el aprendizaje.
¿Cuántas veces hemos visto estudiantes de excelentes calificaciones que no son capaces de extrapolar información a otro ámbito de desempeño?
Seguramente nos hemos topado con estudiantes de 20 puntos que luego en la universidad no reflejan tal calificación y se «estrellan», en sus inicios.
Entonces, la reflexión está orientada a determinar hacia dónde estamos dirigiendo nuestro trabajo con los estudiantes que tenemos a cargo.
¿Queremos que experimenten una verdadera experiencia de aprendizaje o queremos que reproduzcan información en un instrumento de evaluación?
Citando a Andrea Schleicher, impulsor del programa PISA, en entrevista realizada en 2019, explica que, por ejemplo, la razón por la que a los estudiantes españoles no les va muy bien en esta prueba no es que no sepan lo suficiente, sino que lo hacen muy bien en tareas que requieren de la reproducción de contenidos temáticos, pero no lo hacen tanto en actividades que precisan que extrapolen lo que conocen y apliquen sus conocimientos de forma creativa en nuevas situaciones.
Esto significa que la ruta a seguir se está alejando de la acumulación de información y de los mecanismos para comprobarla.
Lo que hay que hacer es dotar a los estudiantes de las herramientas para tomar información de las fuentes adecuadas y transferirla a situaciones concretas en las que puedan identificar su aplicabilidad.
Algunos padres consideran que sus hijos ya no están aprendiendo tanto. Yo comparto esa inquietud.
Es cierto, nuestros hijos ya no están aprendiendo tanto de lo que aprendían antes porque mucho de ello está a sólo un click, en Google.
Es verdad que ya no aprenden como estábamos acostumbrados. Nuestros muchachos ya no están sólo memorizando para enfrentarse a un examen.
Nuestros estudiantes están siendo evaluados de manera diferente, con instrumentos de evaluación variados que se alejan cada vez más de los exámenes escritos.
Si bien es cierto, los exámenes ofrecen actualización de cuánta información tiene el estudiante sobre un tema determinado, y esto es importante, lo es mucho más que éste pueda demostrar que esa información le sirve para algo.
De nuevo, ese 10, ese 15, ese 20 obtenido como calificación, no es indicador de cuándo ha aprendido un estudiante.
Lo importante es que todos tomemos conciencia de que nuestro trabajo va muchísimo más allá de calificar, va hacia valorar a nuestro estudiante de manera integral, en su saber, su hacer y su ser.
Les invito a abrir nuestras mentes y pensar que la valiosa oportunidad que nos ha dejado la pandemia, nos lleva a implementar cambios profundos, que, sin dudas, harán más competentes a nuestros estudiantes.
Gracias por leerme.
Emilia
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