
La educación se encuentra en un momento de enorme oportunidad pues se está generando un cambio sustancial en muchos de los elementos que la conforman, al menos, como los conocíamos hasta el año 2020.
Esto significa que nosotros, como docentes, no podemos ver lo que pasa alrededor con la visión de que no nos compete o, peor aún, que otros deberían enfrentarlo.
Comprender que el cambio es un proceso permanente y que forma parte de nuestra dinámica cotidiana, nos da mayor apertura y nos permite implementar los mecanismos que necesitamos para atenderlo.
Así, la profesión que escogimos y que tiene tanto impacto en la construcción de la sociedad, amerita la apertura de nuestras mentes y la mayor disposición para implementar las mejores prácticas en este sentido.
En la segunda mitad del siglo XIX, Darwin demostró que sólo el que se adapta puede sobrevivir. Es así como, aunque para muchos sea un enorme reto, la disposición al aprendizaje y a la actualización, representa una contribución importante a este proceso. Más para nosotros los docentes, pilares en la formación en todos los sentidos.
Partiendo de una definición básica podemos decir que el cambio es un movimiento de un estado actual (cómo están las cosas hoy), a través de un estado de transición, y hacia un estado futuro (cómo se harán las cosas).
Estos tres estadios constituyen los llamados estados del cambio.
El cambio ocurre en todo lo que forma nuestro entorno y lo impacta con nuestro consentimiento o sin el. Podemos evidenciarlo en casa, en nuestra comunidad y en el trabajo.
El impacto puede ser enorme o pasar, incluso, desapercibido. Puede ser anticipado o inesperado.
La cuestión es que, en cualquier caso, debemos prepararnos para su gestión desde el estado actual, a través de la transición y de cara al futuro.
Puedes encontrar mayor información sobre los estados del cambio en el material cuyo link te comparto a continuación.
¡Gracias por leerme!
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