Mi amiga Ingrid me dejó inquieta el otro día cuando me invitó a reflexionar acerca de que no todo lo nuevo es necesariamente lo mejor.

Con base en esa reflexión me pregunté: ¿cuál será la novedad de la que estamos hablando?.

En ese momento nos referíamos a la tendencia (que ha quedado más en evidencia con la pandemia) de que hay que formar a los estudiantes para el logro de competencias.

Además conversábamos sobre las diferencias y aportes del conductismo y el construtivismo.

Para dar respuesta a mi interrogante, me fui tan atrás en el tiempo como me fue posible y me encontré con la Mayéutica de Sócrates.

¡Ojo! Tengo cero autoridad para sumergirme en las honduras de la filosofía Socrática pero tomo de ella eso de hacer preguntas que lleven a la persona a encontrar la respuesta por sí misma.

Sin dudas, me quedo con la idea de que la Mayéutica se parece a esto de hacer que el estudiante construya y, ¡vaya que la Mayéutica es vieja!.

Así pues, en educación hemos visto pasar grandes pensadores que han dejado sus valiosos aportes y han hecho crecer esta institución tal y como la conocemos hoy en día.

Dos de las teorías que resaltan en la línea del tema del presente post, son el conductismo y el constructivismo.

Cada una tiene su valor y, por supuesto, han sido punto de referencia para innumerables investigaciones que han nutrido el entorno educativo.

La cuestión es que, hablar del enfoque por competencias en la educación, del estudiante como protagonista y del docente como facilitador, conduce a pensar que el éxito es mayor cuando se construye.

Pero, ¿cómo es eso de que el estudiante pueda construir su propio aprendizaje? ¿Cómo lo hace el maestro o el profesor?

Cuando un docente logra motivar a su estudiante, establece con él una relación de compromiso.

Hay un elemento emocional innato que abre la puerta a un mundo de posibilidades en las que el docente puede implementar estrategias que lleven a su alumno a encontrarse con el valor del conocimiento per se.

Por otra parte, proveer un punto de partida para que el estudiante investigue, favorece en éste el interés por aprender más, le ayuda a descubrir nuevas posibilidades lo cual va formando su inquietud por crear nuevas cosas.

Si, además, el docente es capaz de hacer que el estudiante tome esa información que investigó y la utilice para debatir, se intercambian ideas al respecto y se despejan dudas en un ambiente de colaboración.

En este punto, entonces, ese alumno está demostrando que comprende y, más aun, que analiza y aplica. Está evidenciando que construye su conocimiento, poco a poco.

Según la taxonomía de Bloom (actualizada en 2001), el proceso de crear es el más elevado en toda la cadena del aprendizaje.

De allí que, cuando el docente logra acompañar a sus alumnos y evidenciar que han elaborado un producto, independientemente de su naturaleza, ha llegado al clímax de su labor en lo que a didáctica se refiere.

Coloquemos retos a los muchachos, desde la certeza de que hemos colocado todos los medios para acompañarlos a superarlos.

Ellos pueden y, al terminar su escolaridad, generalmente, lo agradecen.

¿Y la evaluación?

Aún falta que el docente evalúe, pero no lo hace al final. Esta valoración se desarrolla a lo largo de todo lo que está viviendo el estudiante y también se construye.

Desde el primer momento en que el docente se aproxima a su grupo para comenzar un trabajo determinado, cada etapa requiere de un juicio.

Lo importante es tomar en consideración que ese juicio retroalimenta al estudiante. Es importante cuidar la forma al hacerlo y emitirlo con justicia y transparencia.

El juicio valorativo puede marcar tanto a un estudiante como para motivarlo a continuar o hundirlo en la frustración.

Trabajemos para lograr el efecto positivo en ellos.

La evaluación se hace siempre buscando la mejora del otro. Desde la empatía y el respeto. Sólo así dejará un impacto positivo y redundará en su crecimiento personal.

Entonces…

En definitiva construir algo, implica involucrarse en ello y, por lo tanto, una apropiación.

Mi invitación es a promover en los estudiantes el interés por aprender, la curiosidad por saber qué más hay, aparte de lo que el profesor ha dicho, a desarrollar en ellos el pensamiento crítico evidenciado en diálogos de altura.

¡Hagámoslo! ¡Es tiempo de oportunidad para la educación y hay que aprovecharla!

¡Es cierto! Sobran las evidencias de que el aprendizaje es más significativo cuando se construye.

¿Te apuntas? Me encantaría leer tus comentarios.

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Emilia Montero

Docente de vocación, emprendedora y formadora innata. Siempre de la mano de la actualización, la estrategia parte de ponerse en los zapatos del otro y ser empático. ¡Vamos por más!

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