
En educación, el enfoque por competencias va más allá de un esquema de planificación.
Representa una manera de ver el proceso enseñanza-aprendizaje pensando en la realidad del estudiante.
Hasta hace pocos el término competencia, se había reservado al entorno laboral. Sin embargo, su importancia va en progreso en el campo de la educación.
Se pueden encontrar varias definiciones de una competencia.
Una de ellas explica que es un conjunto de conocimientos, habilidades, destrezas y valores en un contexto socio-histórico específico, que permite a la persona humana resolver los «problemas» satisfactoriamente (Pimienta, 2008).
Es así como, si se definen como conjunto, llevado al entorno del aprendizaje, implican que lo que se pretende del estudiante es algo más que la memorización de algunos contenidos.
Por muchos años aprendimos así. Una lista de contenidos por grados, a lo largo de la escolaridad, incluyendo la formación universitaria.
¿Sería esa la razón del divorcio tan mencionado entre lo que se aprende y lo que se requiere en la realidad?
O, ¿tal vez explicaría por qué los estudiantes no se motivan con algunas materias o con algunas metodologías?
Responder a estas interrogantes es lo que ha llevado a investigadores de todo el mundo a identificar este enfoque como uno global.
Abarca no sólo la transmisión de contenidos desde el profesor, sino la atención en el proceso de aprendizaje y la actitud del estudiante.
En este sentido, ver a las competencias como todo aquello que el docente pretende lograr en otro individuo, puede sonar complejo. Incluso, abstracto pero, sin dudas, lo hace ser un uno más completo.
¿Cómo puedo conducir mi trabajo del día a día como docente con base en algo que puede ser tan amplio que no puede tocarse?
He allí lo valioso y apasionante de este tema.
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