Por Anibal Montero
Ya pasamos los dos meses de esta pandemia tan inesperada como desesperante, en la cual, con el correr de los días aparecen más preguntas sin respuestas y más amenazas por salir a la luz que buenas noticias con relación al virus. Ni hablar del anuncio de que ya pronto estará lista la vacuna contra el siniestro COVID-19. No va a pasar este año, según CNN.
Lo que sí luce cada vez más probable es que la mayoría de los líderes y jefes de Estado decidan prorrogar este estado de emergencia global, valga la cacofonía, caracterizado por el distanciamiento social y el ya inefable “quédate en casa”, siempre amparados en la presunta e inminente escalada del virus ante la anhelada (y no tan bien vista por algunos) reapertura de la economía.
En el caso de Venezuela, como siempre la cosa es distinta. Aquí simplemente no hay combustible como para que el país medio intente salir de este atolladero que vino a aunarse al ya perenne atolladero en el que está la patria de Bolívar desde hace ya un buen rato.
Pero más allá del color de nuestro pasaporte, de nuestra piel, de nuestro signo monetario o del aire que respiramos, hay algo que muchos, muchísimos diría yo, estamos esperando. Algo que sí se define por colores, los de un escudo, de una bandera o una camiseta. Ese bálsamo milagroso que nos hace salir de la agobiante rutina de lo cotidiano y que nos sumerge en ese océano salvaje y etéreo, donde nos podemos abrazar con un desconocido como caernos a trompadas con un familiar o un amigo por igual, no es otra cosa que el deporte.

A ver, que alguien me diga que no tiene idea de que es el futbol, que no ha escuchado nunca la palabra MESSI, JORDAN, YANKEES, REAL MADRID, etc. Obvio que no existe, cierto? Y es que es tan cierto que hasta mi hermana, a quien adoro con el alma, se ha terminado por enganchar con el documental de Michael Jordan que han sacado por Netflix, aun cuando no tiene ni la más remota idea de lo que ocurría en esos juegos, porque no los sigue, ella es “adeportiva”. Su máximo acercamiento con cualquier cosa que involucre ejercitarse o sudar lo ha tenido en esta cuarentena, y es porque no tiene mucho más que hacer con tanto tiempo libre y ha decidido caminar en las tardes aburridas de la Caracas de ahora.
El hecho es que el deporte constituye una industria multimillonaria que mueve al mundo a conveniencia. La entidad más poderosa del planeta tierra después del Vaticano es FIFA. Naciones Unidas no tiene chance. FIFA es tan poderosa que, en casos de litigios o disputas entre equipos, jugadores, etc, lo que decida el todopoderoso y plenipotenciario jefe es inapelable, incuestionable.
¿Sabía usted que las principales empresas y marcas del mundo esperan el domingo del Super Bowl para lanzar sus nuevas campañas publicitarias cada año?
Participar en el show de medio tiempo del Super Bowl equivale a la consagración máxima de cualquier exponente de la música. Olvídense de Grammys, American Music Awards, nada de eso.
Los principales circuitos y ligas deportivas de clase mundial pronto decidieron suspender sus actividades indefinidamente. Dicho hiato no se dio tan fácilmente. Hubo resistencia hasta último momento a suspender los eventos deportivos de primer nivel en países como España o Italia. Para muestra un botón: partido de Champions League entre Atalanta (ITA) y Valencia (ESP) en la ciudad de Milán (norte de Italia) el 19-02-2020. Imagínense unos 60.000 italianos delirando ahí al ver a su equipo golear al visitante español. No pierdan de vista la fecha: 19-02-20. Lo que vino después en Italia y España ya es historia.
Podríamos decir que había una percepción entre los altos jerarcas del deporte similar a la del presidente de México, y nuevo hazme reir del hemisferio, AMLO. O pudo haber sido que la doctrina Bolsonaro fue adoptada con especial rigor por los mandamases de la actividad atlética universal. ¿Quién sabe?
Mejor intentemos pensar “outside the box” y miremos el bosque desde arriba. ¿Quiénes son los principales damnificados de este virus que paraliza al mundo del deporte? Hay varios, unos más que otros desfavorecidos por la irrupción del COVID-19.
Alguien puede pensar que son las cadenas de televisión por suscripción que transmiten el deporte. Y de repente si, ellos se están viendo directamente perjudicados con esta situación, pero así y todo ellos se las ingenian reciclando contenidos constantemente.
Los equipos más pequeños y menos acaudalados de todas las ligas de todos los deportes también están acusando pérdidas muy sensibles, incluso estamos por ver a varios de ellos solicitar fondos de rescate para pagar nóminas y demás compromisos.
¡Las casas de apuestas!!! Nunca bien ponderadas hasta hace muy poco tiempo, se han convertido en un factor de poder en el ámbito del deporte universal. La cantidad de dinero que se mueve por concepto de apuestas legales es sencillamente escalofriante. Ellas también se están llevando su buena cuota de perjuicio con todo esto.
Y bien, la pregunta sigue sin respuesta. ¿Hasta cuándo vamos a estar en esta abstinencia insoportable? Cuándo volveremos a ver a Altuve, Cabrera, Curry, Djokovic, etc? ¿Quién sabe?
La decisión de reanudar cualquier competición, sobre todo a nivel de equipos, tiene que, necesariamente, pasar por garantizar la salud de los protagonistas. Los propietarios y dirigentes deportivos, encargados de gestionar y cuidar las carreras de sus principales figuras no van a correr riesgos.

El enorme valor que alcanzan las principales figuras del deporte los convierte en activos de incalculable valor para sus respectivas organizaciones. Ellos son los que llenan los estadios, los que venden las camisetas, los que generan ese arraigo y ese sentido de pertenencia en el fanático que lo lleva a consumir el producto que ellos encarnan, llámese béisbol, futbol, basquetbol, etc.
Y así como quién mató a JFK, la pregunta sigue ahí. ¿Qué nos espera? ¿Primero vacuna y luego futbol? No creo. A mi me parece que este tema se va a ir resolviendo de a poco, como se va a ir destrabando todo este despelote que ha generado el virus, por etapas.
Al principio se requerirán de numerosos y constantes tests de descarte del virus entre los jugadores y de todo aquel que esté en el entorno de cualquier espectáculo deportivo. Protocolos muy estrictos en cuanto al manejo frente a los medios de comunicación, fanáticos y staff en general. Canchas sin público al inicio, con presencia gradualmente incremental en las tribunas posteriomente, siempre observando la distancia entre las personas, y así sucesivamente, dando tiempo a que consigan la dichosa vacuna.
¿Que se pierde la esencia del juego sin el grito de la grada? ¡Si! ¿Que ya no tiene la ventaja el que juega de local con su público alentándolo? También. Pero, ¿no es verdad que ya los chamos ni siquiera van a la escuela? Ah bueno, es eso o tener que seguir en esta dieta tan maluca de ver los partidos de futbol repetidos, tener que ver novelas en vez de beisbol en la noche o, algo peor, tener que seguir aguantando las comparaciones absurdas que se inventan los que supuestamente saben de esto. Que si Lebron es mejor que Jordan, que si Messi no es mejor que Maradona o, la última maravilla que le ocurrió a algún mexicano que trabajan en ESPN, ¿Con qué leyenda del deporte te quedas: Jordan, Federer, Messi o JULIO CÉSAR CHÁVEZ? ¿En serio? Mano’e Piedra, por favor, no le pares a ESPN México. Pacquiao, lo mismo va contigo.
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